
Ahimsa – No violencia
Ecuanimidad: Cualidad a desarrollar a través del Yoga
La palabra «ecuanimidad» insume dos términos que ya son muy orientativos: equilibrio y alma. La ecuanimidad es, pues, ánimo equilibrado, ánimo estable y constante, ánimo no sometido a grandes fluctuaciones que van desde una desmesurada euforia hasta el abatimiento o depresión. Escribe Ramiro Calle.
Todos los sabios, tanto de Oriente como de Occidente, la han considerado una cualidad de cualidades. En un destacado texto de yoga, el Yoga Vashishtha, puede leerse: «La ecuanimidad es como la ambrosía, de un sabor sumamente agradable».
Cuando algo es irreparable o irreversible, si uno se niega a aceptarlo y quiere descartarlo, se hace mucho daño a sí mismo y desperdicia sus mejores energías. No se trata de resignación fatalista, sino de aceptar los hechos incontrovertibles, aquello que es insoslayable. Por eso el gran sabio Santideva declaraba: «Si algo tiene remedio, lo remedias y no te preocupes; si no tiene remedio, lo aceptas y no te preocupes».
La persona ecuánime pone todas las condiciones para propiciar lo más favorable e idóneo, pero cuando viene lo desfavorable y no puede evitarlo, lo acepta sin generar mayor tensión, sin torturarse y sin malgastar sus mejores energías. Se trata de la aceptación consciente de lo inevitable. Incluso aprende a fortalecerse con aquello de ingrato que no puede evitar y convierte los enemigos en aliados.
Hay un adagio que reza: «Vienen los vientos del Este; vienen los vientos del Oeste». La persona ecuánime prefiere lo agradable pero cuando surge lo desagradable, mantiene su ánimo presto y sereno y no añade sufrimiento al sufrimiento ni se atormenta. Sabe que todo no puede controlarlo y que lo hay que aprender es a controlar la actitud serena ante lo desagradable y los inconvenientes inevitables. Es una persona ecuánime la que mantiene la mente firme ante lo grato e ingrato, la ganancia y la pérdida, el triunfo y la derrota, la amistad y la enemistad, el amor y el desamor, el encuentro y el desencuentro.
Como todo es mudable y cambia, a pesar de ello mantiene su equilibrio mental; como todo es transitorio y la vida está colmada de vicisitudes (alternancias) y todo está sometido a la ley de las dualidades (halago-insulto, etcétera), mantiene su ánimo armónico a pesar de todo ello. Pero la ecuanimidad nunca es desinterés, impasibilidad, indiferencia o apatía, bien al contrario. La persona ecuánime vive todo intensamente, pero no se aferra al disfrute ni crea odio ante lo desagradable, sabiendo que porque hay un lado hay el otro.
Aprender a soltar
La ecuanimidad reporta calma, vitalidad, equilibrada sensibilidad y acción correcta. La persona se libera de reacciones desmesuradas y también de desorbitadas tendencias de apego y aborrecimiento.
La ecuanimidad hay que trabajarla mediante la práctica de la meditación y el discernimiento correcto. ¿De dónde surge? De la visión clara y penetrativa, o sea de la lucidez. Cuando uno tiene un entendimiento correcto y comprende profundamente que todo está sometido a la impermanencia, brota una actitud de mayor calma y ecuanimidad. La persona aprende a vivirlo todo intensamente pero sin tanto afán de posesión, sabiendo que todo, dentro y fuera de uno, es transitorio y que hay que aprender a soltar, como incluso tendremos que soltar algún día nuestro cuerpo.
Los yoguis, desde hace milenios, han valorado siempre extraodinariamente la ecuanimidad. Todas las técnicas del yoga, incluso las del hatha-yoga, ayudan a desarrollar esta actitud de equilibrio tan provechosa para la vida cotidiana, donde todo resulta contingente. El yoga, con razón, siempre ha sido asociado a las cualidades de sosiego, equilibrio, paz interior, lucidez y, por tanto, genuina ecuanimidad. El verdadero yogui, libre de las redes de la ignorancia, ve las cosas como son y mantiene su centro aunque todo a su alrededor sea un tornado.
Este artículo ha sido escrito por Ramiro Calle y ha sido extraído completamente, menos el título, de la siguiente página web https://www.yogaenred.com/2013/05/22/cualidad-de-cualidades-la-ecuanimidad/
A continuación, algunos comentarios personales…
A través de la práctica de Pratyahara o interiorización que practicamos a diario en nuestras clases a través de la realización de Savasana, podemos desarrollar esta cualidad.
Nos tumbamos boca arriba, dirigiendo nuestra atención conscientemente a la respiración y las sensaciones de nuestro cuerpo, al mismo tiempo que nos relajamos, soltamos y fluimos de una a otra sensación naturalmente. Interiorizándonos nos sosegamos y vamos navegando a través de toda esa experiencia continua en el tiempo durante unos minutos, sin aferrarnos a ninguna experiencia concreta, más bien constatamos cómo es el proceso en el que las experiencias o sensaciones de cada momento presente van variando y cambiando; pasando de una a otra.
Pratyahara y Savasana nos ayuda a derrollar esta capacidad me mantenernos en serenidad, aceptando, sin apego a lo agradable o a lo desagradable, simplemente conscientes y ecuánimes. De la misma manera, la práctica de Hatha Yoga desde la concentración adecuada de la mente, nos ayuda también al desarrollo de dicha cualidad ya que, el paso por las diferentes formas de ásanas, nos obliga a experimentar agrados y desagrados, siempre transitorios. Poder mantenernos, sostenernos en las diferentes formas de ásanas o experiencias, desde la serenidad, concentradas sabiendo su obligada cualidad de transitoriedad, nos ayuda al desarrollo de esta gran virtud del yogui o la yoguini.
Vamos un un paso más allá, aplicando la sabiduría interior del yoga a la vida, podemos reconocer cómo las ásanas, las experiencias presentes, los momentos de vida, etapas, circunstancias del momento, forman parte también del proceso evolutivo y siempre cambiante, donde desarrollar una actitud de aceptación serena y ecuánime, puede convertirse, no solo en una herramienta para la vida, sino en una virtud de amor y paz.
Si miramos todo lo que interviene en esta virtud, podemos reconocer que la ecuanimidad requiere de un entrenamiento o desarrollo de la mente, las emociones y el cuerpo ya que estos tres centros intervienen en dicho don. Te invito que, a través de la práctica de Savasana, Pratyahara y ásanas de Hatha Yoga, puedas observar y reconocer el trabajo que realizas con tu mente, tus emociones y tu cuerpo para permanecer en dicha serenidad. Recuerda que la consciencia mira y observa de forma diferente y que no es el pensamiento el que analiza sino que simplemente sensamos, reconocemos, tomamos consciencia…
Muchas gracias.
Namasté.
Reflexión escrita por Cristina Pastor
Practicante e instructora de Yoga
Terapeuta Gestalt
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